“Poco a poco tendré que ir saqueando mi propia vida para ofrecerla al mejor postor». Andrés Felipe Solano.
Cuando leo cuentos de Hernán Casciari me agarra un llanto imposible. No puedo leerle sin mojarme los mofletes, a veces también río, menos. Son lágrimas que no sé de dónde vienen, inexplicables, reveladoras. Dicen que no puedo esperar más, que tiene que ser ahora, como si me acechase una enfermedad. Las lágrimas, cuando no vienen de ningún dolor, vienen del futuro. Son una advertencia. Que no crea que todo seguirá igual, dicen. Que no asuma su amor, su pelo y su cadencia, que los ritmos cambian. Que los viajes perderán sabor, que los sueños perderán el paso. Que la idea de establecerme en una casa en el campo y enamorarme por fin con las manos abiertas puede esfumarse. Que no hay garantía de que el sol salga. Que dejará de salir. Que baile antes de que cierren los bares. Que cierre los bares y me quede en casa. Que deje el trago y el libro. Que camine más y coma mejor. Que no me debe nada. Que ella no me debe nada. Que tú le debes esta piel erizada. Y que te dijese que no quiere otra piel si está la tuya. Que apague la luz y me duerma. Que deje de buscar motivos para dudar. Que cuando esté mal no habrá salida. Que la habrá, pero no a la vista. Que tengo amigos y tengo suerte. Que no busque más lejos ni más cerca, que busque mejor. Que acaso esto sea todo. Que esto es mucho, que esto es todo. Que no puedo esperar más. Que es la hora. Que respire. Que nunca me devolvió la mirada el abismo. Que no hay desdicha en el ADN. Que no hay escapatoria ni persecución. Que no tengo nada que resolver. Que el mundo es indiferente. Que el corazón es una pluma. Que los pájaros se marchan. Que me atreva, que hoy me atreva. Que a qué le tengo tanto miedo, preguntan unas lágrimas que no sé de dónde vienen.
Un placer leerte
¿Es una canción de Bebe?
(Hay cierta inquina desde que me dijiste que te invitan al Celele)
Poeta, quiero que recojamos un premio. Taluigo amigo. Beso