Las primeras palabras de un texto son esquivas. Podría decir que en Lisboa siempre está atardeciendo. No son fáciles de cazar. Atardece en Lisboa y el barco suelta amarras a medida que la ciudad enciende las luces. Allí están las luces de una ciudad que siempre está atardeciendo. Yo, por otro lado, siempre estoy yéndome. Once días de travesía atlántica. ¿Qué habrá en mitad del océano?
Durante estos meses en Madrid me han anidado algunos pájaros entre el estómago y la garganta. Y ahora que salgo de viaje es porque sus huevos, digamos, han eclosionado. Y por eso estoy inquieto, y siento aleteos y arañazos. También puede ser que esté asustado, que no sea un picotazo lo que siento en el estómago, que sea espanto del futuro, de quedarme al margen, de no ser correspondido. Pero ahora el pájaro canta, siempre hay un pájaro que canta. Aunque cante mal: “el bosque sería un lugar muy triste si todos los pájaros cantasen igual”, diría el poeta bengalí.
Hay días que lo veo todo tan claro, como la forma de una nube, bien delimitado. Luego esa misma nube se disipa. Adiós a la forma, a la idea, a la claridad. Por si vienen mal dadas, en el camino siempre hay entuertos, es bueno saber por qué haces lo que haces, qué objetivos tienes.
Voy a Colombia para afianzar mi profesión, la escritura de viajes. Con dudas. Muchas dudas. Voy a Colombia a escribir y leer, no sé bien con qué finalidad: quizá encontrar algunas pistas para vivir más satisfecho, más tranquilo de lo que venga. Venga éxito o fracaso, venga amor o desamor. No es, acaso, elegir cómo afrontamos lo que viene la última -la única- de las libertades humanas. Voy a Colombia a lidiar con una vida que no entiendo. La vida es un juego raro. Y yo no sé jugar, no tan bien como los demás. En mi intimidad superlativa, debajo del más remoto epitelio, no hay sosiego, apenas algunos ratos de calma. Voy a Colombia a enfrentarme con este que escribe, tan tirano como noble, tan dispuesto como contradictorio. Voy a Colombia el mismo día que el escritor peruano creía morir en París, “tal vez un jueves, como es hoy, de otoño”.
Pensar en la muerte una vez por semana, recomendaba alguien, para bajarle pulsaciones al agobio de estar vivo. Esto se acaba, se acaba y me tuerzo en la cama, tan solo y tan estúpidamente vivo que no puedo hacer otra cosa que creer. Quizá algún día, cuando los años sean plomizos como las grandes ciudades de Europa, pueda contar algunas buenas historias alrededor del brasero. Cuando llegue el día en que quede tan poco por hacer que solo se pueda mirar lo ya hecho.
"Más fuerte no, más constante", cuenta Pedro Mairal que le dijo un día una mujer en la cama, y que él decidió aplicarlo también a la escritura. Más constante, eso es, más constante.
Me despido del jueves 16 de noviembre de 2023.
Buen viaje Juanjo!!!
“Cuando llegue el día en que quede tan poco por hacer que solo se pueda mirar lo ya hecho”. Espero estar en esas brasas y que me cuentes cosas 🧡