Una vez leí a Jesús decir algo sobre la tristeza, o sobre la depresión. La idea era que cuando se salía de ella, de la tristeza, o de la depresión, uno no podía dejar de estar atento, que debía mirar bien dónde ponía los pies. Quizá no dijo nada de eso, o no así, o bueno, quién sabe. De cualquier modo, Jesús, en las cartas que manda los sábados, me pone sobre aviso de lo urgente que es vivir, y a veces me da rabia, porque a veces uno no quiere disfrutar de un amanecer, de un helado ni de un beso. Y quiere enfangarse en sus inviernos y maldecir y ponerse la piel del derrotado y repetir eso tan terrible de que “se hace pasar la vida por un regalo, cuando es evidente que, de haber podido examinar y probar de antemano ese obsequio, cualquiera hubiera dicho “gracias, guárdeselo”. Y este pensamiento envuelto en catástrofe le hace sentir a uno que es mal amigo, mal hijo, mal hermano, mal novio, mal compañero de trabajo, mal escritor, mal periodista, mal ciudadano. Y le empiezan a crecer los fantasmas, y uno no sabe qué hacer con ellos hasta que recuerda que los fantasmas se espantan escribiendo, que no soportan los interrogatorios: ¿qué hacéis aquí? ¿Qué queréis? No soportan que los mires de frente. No toleran que les digas que ya basta. Y no vuelven, nunca vuelven mientras estás tecleando. Y por eso escribo los sábados y los domingos y todos los días que recuerdo que sé cómo domesticar a los fantasmas que viven en mi invierno. Jesús, muchos sábados, me recuerda que es urgente vivir.
Cómo escriben los que escriben: Jesús Terrés
1. ¿Cuándo escribes?
Todos los días. Hay quien corre, yo escribo.
2. ¿Cuánto tiempo le dedicas?
Todo. Porque cuando no estoy escribiendo también estoy escribiendo. Quizá especialmente.
3. ¿Cómo? ¿Te pones música? ¿En silencio? ¿Puedes escribir en un bar?
Escribir —además de todo lo demás— es mi trabajo. Siempre ha sido mi trabajo. Así que hace (mucho) tiempo que me olvidé de esa tontería del “cómo”. Un jardinero no se pone música, trabaja y punto.
4. ¿Dónde compras libros? ¿Una librería favorita?
Soy tremendamente infiel en la lectura, así que compro libros en mi librería favorita pero también en aeropuertos, en Iberlibro, en Amazon y hasta en Wallapop, si la edición se pone tonta.
5. ¿Tienes una tipografía/fuente predilecta?
No tengo tiempo para eso.
6. ¿Qué disparadores de escritura tienes? ¿Qué te pone a escribir?
La vida era bonita cuando podía esperar a las musas. Qué tontería. También es bonita ahora.
7. ¿Cuándo, dónde o cómo se te suelen ocurrir ideas?
Cuando hacen falta.
8. ¿Como quién te gustaría escribir?
Nunca jamás nadie ha escrito como Idea Vilariño.
9. ¿Qué talento -cual sea- te gustaría tener?
Una cosa buena que tengo: no envidio. Lo que sucede conviene.
10. ¿Un poema o canción que te haga llorar?
Si vuelvo a ver Los puentes de Madison me da un parraque. Es que no lo puedo evitar: ¿Y si esta vez abre la puerta?
11. ¿Qué haces cuando sientes que lo que escribes no tiene sentido o valor?
“Cae siete veces, levántate ocho”. Volver a empezar, lijar, repetir, escribir (en mi cabeza) es un trabajo de carpintería.
12. ¿Cómo imaginas tu trabajo ideal?
No es por ser un sieso respondiendo, es que acepto las cosas como vienen. Nada importa, tete.
13. ¿Un/a periodista que leas con frecuencia? ¿Un/a escritor/a? ¿Una newsletter?
Leila, Manu, Emmanuele Carrère, Monocle.
14. ¿A qué medios/creadores estás suscrito? ¿Cuáles pagas?
Buah, a un puñao. 4 medios nacionales (todos de pago), 3 internacionales, varios Substacks (Haley, Milena, Cheryl, Poolsuite), Kindle Unlimited (cómics), a veces en plataformas para ver combates (me dejo una pasta ahí), las habituales de cine y series (todas) y el Plus de El Corte Inglés, para que el queso llegue en el día. Quizá es el más importante, claro.
15. ¿Cuánto crees que habría que cobrar por un reportaje, una crónica, un artículo, una columna? Elige una o todas.
Lo que el mercado esté dispuesto a pagar, ni más ni menos. Un medio es una empresa, no una ONG ni un ministerio.
16. ¿Cuánto es lo menos que te han pagado por escribir algo? ¿Y lo más?
No se habla de dinero en la mesa, Juanjo.
17. ¿Cuál sería el título de tu autobiografía?
Me gusta lo que dijo Borrás como epitafio: “Ahora ya nada”
18. Si tu escritura fuera un plato de comida, ¿qué sería?
Ojalá unas angulas a la brasa de Bittor. Umami, musicalidad, verdad, vivir cortito.
19. Si pudieras cenar con tres escritores/as (vivos o muertos), ¿a quiénes elegirías y por qué?
Soy lector y nada más que lector. No me interesa una mierda cenar con nadie.
20. ¿Qué consejo te hubiera encantado recibir cuando empezaste a escribir?
No lo hubiese seguido, así que nos lo podemos ahorrar.
Bolas extra:
21. Estás en una habitación con 100 personas, ¿en qué crees que eres el mejor o el peor?
Se me da bien irme. Creo que contesto a las dos preguntas con eso, ¿no?
22. Tu cielo ideal (en el sentido de vida después de la vida. ¿Cómo te gustaría vivir tu eternidad?)
Una siesta con Laura y los michis. La mesita llena de libros. Cenaremos pronto. Ahí está todo.
23. ¿Qué prefieres: pelear todos los días de tu vida contra una gallina o una sola vez -no sabes cuándo- contra un gorila?
Boxeo. Gorila.
24. ¿Si estás al borde de un barranco/balcón/precipicio temes caerte o tirarte?
Obviamente tirarme.
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Ay, qué bonito ha sido esto. Pero lo será todavía más charlar en torno a un café (de filtro) en Late ☕️❤️.
Uno que lo hace fácil y rápido. ¡Qué bueno, Juanjo!