Procura alejarte de todos y todo. Enciérrate en una habitación sin ventanas. Escapa de los petardos, el champagne, los villancicos, que son incomprensibles. Busca un motivo para no ir a la fiesta. Otro. Nadie se cree que te quedes escribiendo en esta noche absurdamente popular y fría. Piensa en las últimas: en el Caribe, en moderada soledad. Cuánto tiempo has esquivado al mundo. Puedes seguir haciéndolo. No hay que comulgar con todas las convenciones sociales que existen. Solo con algunas. Elige las tuyas y deja que te maten. Lo harán. Cumpleaños, bodas, despedidas, bienvenidas, cenas de amigos, cenas de empresa, Navidades, nocheviejas acabarán por reventarte el hígado y destriparte el colon. Mejor cómete las uvas, sí, para ver si cambia tu suerte. En el Caribe no comiste uvas y no fueron años de exultante alegría. Pasaron muchas cosas, sin embargo. No hagas una lista de recuerdos: no digas los tropecientos países a los que fuiste, las aventuras que viviste, las enfermedades y comidas, los libros y las crónicas, y los besos de despedida. Cada vez que te besan puede ser la última vez. Y no puedes besarte los labios tú mismo sino sería muy fácil. Disfruta el beso. Hay un estúpido beso que es el último y nadie viene a decirte “eh, muchacho, alárgalo, es el último”. Lo mejor es que luego piensas en cómo pudiste querer besar esos labios con tantas ganas y tantas babas. Empiezas a no necesitar nada, ni labios ni planes ni atención. Será la terapia o el frío, que te tiene anestesiado o cerca del nirvana. Este frío no te deja sentir. Nada. Ponte un gorrito y tómate 300 copas. Así vas a estar mejor, ya verás. Asómate a la ventana y verás al niño en la cuna. No contestes a las llamadas de gente que no te llama nunca. Qué legitimidad encuentran en diciembre para molestarte. Qué psicosis nos gobierna en estos días. Solo quieres que te dejen en paz, en una tranquila noche de paz. No contestes a ninguno de los mensajes de felicitación de 2025. Diles a todos y cada uno de tus conocidos que no cumplirán ninguno de sus propósitos. Que no sirve empezar el lunes. Que no te los cuenten. No hables de nada en la cena: ni de política ni de fútbol ni de nada. Tu silencio es tu mejor arma. Dedícate a comer langostinos. A beber zumo de naranja con vodka, para soportar al cretino que quiera hablar de política de fútbol de nada. Busca a lo largo de la mesa al familiar que peor te cae. Piensa en todas las cenas que vas a tener que compartir con él. Hurga un poco más en lo innecesario de estas convenciones sociales. La ciencia ha avanzado mucho. El mundo cambia. Y seguimos parapetados en costumbres medievales. Tírale un langostino a la cara. Disimula. Y haz un brindis: “espero no volver a veros hasta la próxima nochevieja”. Sé honesto: “espero no volver a veros nunca”. Pon la tele, quién carajos se está haciendo rico este año dirigiendo nuestras doce uvas sin pepitas. Una orquesta de deficientes frente al televisor. Empiezas tarde y se te quedan tres uvas sin comer. Las engulles y toses. Tomas champán para pasarlas. Tomas ron cola para pasar el champán. Y chupitos para pasar el ron. Y el dolor de cabeza de mañana pásalo con depresión e ibuprofeno. ¿Ya lo sientes? Como si un gorila te diera mazazos en el interior del cráneo. Feliz año.
Discusión sobre este post
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Gracias por este regalito de fin de año!
A mí, en lugar de langostino, mejor tírame un chocolate: ¡que logres tus aspiraciones en el 25, Juanjo! Abrazos.