01/04/2023
Paco Ignacio Taibo II sube al escenario (en este caso la sala de conferencias del Museo de Antropología de Xalapa) con una botella de Coca-Cola sin etiqueta. No fuma porque no está permitido en espacios cerrados. Dicen que el Che tomaba abundante Coca-Cola en Sierra Maestra, que el agua no era tan fácil de conseguir, y que obviamente fumaba, fumaba mucho. Taibo II, que escribió una biografía de ochocientas palabras sobre el argentino, fuma y bebe Coca-Cola como si la revolución dependiese de ello.
Toca su bigote y estira las puntas, de ahí cuelgan sus frases afiladas. Habla del Acapulco rojo de los años veinte y de su alcalde, igualmente rojo, Juan Escudero, que fue asesinado dos veces. Habla de las huelgas solidarias, de los sindicatos de inquilinos que dejaron de pagar los alquileres para invertir ese dinero en mantener unas casas que se caían. Un acceso de tos cierra la charla, Taibo tiene que salir. Vuelve para el turno de preguntas: “si alguien tiene dudas, manténgalas”, dice el hombre con el bigote más burlesco y partisano de México. El turno de preguntas termina por un nuevo acceso de tos: “necesito fumar”, creo leer en sus labios mientras le ofrecen agua y pañuelos.
Ya en la puerta, mientras firma libros, los cigarros se extinguen entre sus dedos y me confirma, gracias a una señora que le dice algo sobre el tabaco: “los médicos dicen que estoy loco, pero lo único que me calma los accesos de tos es fumar”.
02/04/2023
Hace unas semanas me preguntaron: "¿Cuál es tu cielo?".
Y me explicaron que su cielo sería un desayuno infinito con platos cambiantes de todos los rincones del mundo. Una mesa larga que además de tener interminables sabores, jugos y texturas cambiaría de localización: en el desierto, en una montaña lejana, frente a una playa, en una buhardilla en París. Además, su desayuno estaría bien acompañado. Escritoras, políticos, deportistas, actrices, cantantes, artistas de todo tiempo pasado y presente irían acompañando la mesa. Resumen: lo que decía esta persona de mente inquieta es que a ella le gustaba desayunar y conversar. Y que ese, por lo tanto, sería su cielo.
Me quedó pendiente pensar mi cielo, y ahora que me encuentro de nuevo con esta frase de Fernando Fernán Gómez la idea de mi cielo ideal se materializa: “yo estoy muy capacitado para no hacer nada”, decía el maestro y el abuelo que todos querríamos.
Mi cielo ideal sería no hacer nada, aunque esto tiene muy mala prensa. Dentro de esa nada estaría despertar temprano en una casa frente al mar, en la falda de una montaña. Tomar café y dulce unos días; café, arepas y huevos otros. Un largo desayuno de mirar por la ventana. Con los platos limpios, abrir los periódicos y leer columnas, opiniones (al menos aquí no las esconden). Después de leer columnas, pasar la mañana intentando escribir un poste, más estrecho que las columnas, sin duda, menos importante que estas. Hacer deporte: 15 minutos. Afinar la guitarra y cantar Sabina, Silvio y Camarón. Preparar un puchero. Comer y echar la siesta colgado de una hamaca bien colgada (nada peor que una hamaca que no sabe colgar). Pasar la tarde escuchando un podcast, leyendo una novela, un ensayo, una crónica. Al caer la noche, recibir la visita de algún buen amigo, de alguna buena amiga. Tomar un vino, dos vinos o tres cervezas. Comentar lo leído, lo vivido, lo olvidado. Llegar a la cama abatido, sin pensamientos que rumiar, sin esa inquietante sensación de que el rayo ya ha caído pero el trueno todavía no suena.
07/04/2023
Cuatro días con gripe. Muchas películas. Pocas ganas de nada. Todas son buenas. Este es mi orden:
Waking life, de Richard Linklater. El director de las comedias románticas más icónicas escribe aquí un guion de doctorando en filosofía. O eso piensa quien no tiene ni idea de fenomenología. Por algún motivo arcano, disfruto escuchando cosas que no entiendo.
El triángulo de la tristeza, de Ruben Östlund. Una película amplísima. Una de las escenas: un ruso capitalista y un estadounidense comunista discuten y se emborrachan en un yate de 250 millones que podría ser de un inversor chino mientras un huracán destruye todo a su paso.
Buried, de Rodrigo Cortés. Un hombre despierta enterrado en un ataúd. Si una película rodada entera en una sola habitación tiene mérito, en una caja de madera…
Calibre, de Matt Palmer. Escoceses pelirrojos, un pueblo aislado, caza, alcohol y dilemas éticos.
Glass Onion, de Rian Johnson. Daniel Craig en su papel de Benoit Blanc, el detective cum laude, vuelve a engancharme.
Aftersun, de Charlotte Wells. No pasa nada, pasa la vida. No te olvides de bailar.
The red light, de Rodrigo Cortés. Robert de Niro representa la psicomagia, Cillian Murphy, el método científico; se enfrentan en un thriller cientificista.
Slacker, de Richard Linklater. Un grupo de jóvenes neobohemios fuman, beben y conversan sobre una vida que no entienden, o que creen entender.
(En línea con Fernando Fernán Gómez, Groucho, el marxista bueno, dice: “El dinero me libera de las cosas que no me gustan. Como no me gusta hacer casi nada, el dinero es muy útil”.
Los que han abierto la cartera digital y me han apoyado en estos días, gracias, anima mucho a seguir y a desayunar jugo de naranja. Los que no lo han hecho, no hay ningún compromiso, les borro de mis amistades y listo. Ya saben que quien tenga a bien colaborar, recibirá un audiocuento ‑leído por mí‑, cada semana uno distinto. Esto último, lo del audiocuento, todavía no he resuelto si es una recompensa o un castigo. Ustedes me dirán.
Bizum: 628227804. Si me quieres hacer una transferencia, paypal o mandarme una caja de queso y tabaco de liar, escríbeme al mail: juanjo.hba@gmail.com)
"Life of Pi" (Ang Lee, 2012 ) siempre ayuda con la gripe. Abrazos.