Diario de Alaska II

14/05/2023

Entre Juneau, la capital de Alaska (la única capital de estado de USA sin acceso por carretera) y Skagway, el lugar al que primero llega Buck, el perro californiano robado y vendido para arrastrar trineos durante la fiebre de oro del Klondike, a finales del siglo XIX, del que habla Jack London en “La llamada de lo salvaje”, hay una franja de agua de unos pocos kilómetros por donde el barco se desliza acompañado de marposas de Dall (una especie de delfín), leones marinos y ballenas. También las águilas calvas vigilan nuestro navegar. Montañas nevadas y un sol que no quiere abandonar la fiesta, los atardeceres son eternos, mientras duran, y la belleza de Alaska no tiene justicia en la literatura. 

El color blanco hipnotiza y devuelve la mirada. Fuera el viento es gélido, si hay un lugar donde nacen los vientos, debe estar cerca. Si frunces los oídos parecen escucharse violines, contrabajos. Quizá también nace aquí la música. 

***

Cada vez que avisto una ballena me veo tentado de decir, a quien se encuentre a mi lado: “llamadme Ismael”. No pongo a prueba la paciencia y las lecturas de los demás pasajeros y guardo silencio. 

***

En algún momento entre el segundo y tercer vaso de espirituosa y falaz alegría, el barco dejó de moverse. Empecé a moverme yo, con soltura. Incluso mi inglés sonaba más anglocabrón. 

Fue un espejismo, como todo lo que llega rápido, que asimismo se va. 

16/05/2023

El conductor del autobús tiene afanes monologuistas. “MK 306”, dice que le llaman. “Moose Killer 306”. En el pueblo cuentan el número de alces que mueren atropellados cada año. Siempre son unos cuantos cientos. “Iba tranquilo por la carretera, cuando apareció el 306, y ya saben qué pasó”. 

17/05/2023

En Alaska he estado ocupado. Vida de explorador y jubilado. Salir a caminar por horas, buscar historias, pistas, diálogos para el reportaje. De vuelta en el barco, comer con poca mesura, beber con lozanía, mirar el horizonte en la cafetería, en el bar, en la cubierta. 

No fue la última noche en el barco, fue la anterior. Hay despedidas anticipadas. Uno decía algo como: “cuando dices que te vas, es que ya te habías ido”. Suena Dancing queen, la discoteca del crucero se mueve, las luces, moradas, iluminan caras entregadas al vaivén del barco y los recuerdos. El horizonte es una franja iluminada, el sol de medianoche de Alaska. Se baila como si el barco se dirigiese al fin del mundo.

En la escena final de Aftersun, una canción de Queen ha acelerado la vida. Antes del último acorde, una niña se ha quedado sin infancia, sin padre, sin juventud. 

La nostalgia es una discoteca de crucero de siete días. La prueba máxima de la finitud de las cosas. 

***

Durante los años de la fiebre del oro en Alaska, había dos rutas por tierra para llegar a Klondike. “Cualquier camino que tomes, habrás deseado tomar el otro”, dijo a la prensa un buscador que había recorrido ambos senderos. 

18/05/2023

En la sala de espera del aeropuerto de Anchorage, Alaska, con rumbo a Dallas, Texas, dos estados supremos y republicanos, te miran comerte una manzana como si te estuvieras comiendo un bebé. Les horroriza la idea. La pondrían salsa ranchera, la freirían, la envolverían en la bandera, la pegarían un tiro, la usarían de cebo para pescar, la pedirían el DNI, la negarían su forma esférica y achatada por los polos, la lanzarían desde la línea de triple, pero tres veces nunca darían un mordisco a algo que no sea grasiento y/o excesivamente azucarado.

Habrá barrigas con historia, con porqué, con enfermedad, con traumas, convencidas. Pero hay demasiadas barrigas. Más que barrigas, atolones, fosas marianas, accidentes geográficos. Montañas en movimiento. 

(Para financiar las hamburguesas con patatas que he devorado mientras veía sendos partidos de NBA (en cualquier momento espero recibir mi pasaporte estadounidense), pueden enviar un apoyo al bizum: 628227804)