13/06/2023
Hasta aquí, América.
14/06/2023
Madrid, que se ha hecho mi casa estando fuera. Nunca sentí el corazón de España como propio.
15/06/2023
De cada viaje vuelvo, y vuelvo porque sé, como buen blogero o redactor de lifestyle, que la vuelta es una parte importante del viaje. La más, quizá.
Cada vez que vuelvo, decepciono, y no lo procuro. Un tipo que recorre países lejanos y se mete en las casas de los desposeídos y va a los hoteles y restaurantes de los poseídos, y se pierde en las montañas, y pasa muchos días solo, y viaja en autobuses insomnes y en carros compartidos, y duerme cada poco en un sitio, y conoce culturas, y habla con mayas y con gringos, y pregunta y pregunta y escribe. Un tipo así, digo, debería aprender algo. Sin embargo, me siento un completo estúpido. Un estúpido en distintas latitudes.
Además de decepcionar, otro daño colateral de volver es la lista de acusaciones que traigo contra mi yo anterior. Me señalo con el dedo y no entiendo mi necedad pasada. La de ahora sí la entiendo, hasta me gusta. La pasada no, la pasada es un crimen. “La única expectativa que se cumple y se colma es el dolor”, decía Arthur Schopenhauer. Vete a la mierda, Arthur.
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Cuando paso unos meses fuera, siete en este caso, volver se siente como girar la almohada y apoyar la cabeza en el lado frío. La ilusión renovada de caminar hasta la extenuación por Madrid; de salir de noche, de ir al cine, al teatro; de pasear por el Madrid de los Austrias, que ni me va ni me viene, pero siempre termino ahí, exiliado entre la realeza; de sentarme en una de las terrazas endémicas de Argumosa, de comer tortilla y tomar botellines de Mahou como si fueran a extinguirse; de reencontrarme con los que me quieren, los que recuerden que me quieren. Y así pasa con Palencia y con Suances y con cualquier lugar por el que haya echado un rato de vida. Pero sé que, irremediablemente, la almohada se irá amohinando, y no me apetecerá pasear más por esta ciudad pretenciosa, ni tomar inanes tragos hasta el amanecer, ni comer más tapas ni beber más botijos, y volveré a preguntarme si allá afuera, en alguna orilla de algún pueblo con mar, en alguna hacienda de alguna provincia lejana, habrá una respuesta para mí.
Si supiera la respuesta me quedaría en casa. Si realmente creyera saber la respuesta sería un necio. Si pudiera creer que no hay respuesta sería feliz. Algún día, me digo desde hace tiempo.
16/06/2023
México, 180 días en México.
Península yucateca. Valladolid, Mérida, Progreso. Tacos de camarón, relleno negro, cochinita pibil. La playa, el anochecer a las cinco de la tarde, la guitarra oráculo: “y si ese fuera el último beso”, y lo fue. Tulum de casualidad. Bacalar y un argentino lector y cómplice. Una belga que susurraba en Palenque. Una buena amiga en San Cristóbal de las Casas, SanCrisis para los que no pueden irse. Zapatismo. Maristas de izquierdas. Indígenas que ponen la otra mejilla, pero armada. Cerveza, vida en la calle, intoxicación.
Escribí en periódicos y revistas. Hay vida en la escritura. Dormí en el suelo, en hamacas, tiendas de campaña, habitaciones cinco estrellas. Comí en casas, fondas, aeropuertos, barcos, restaurantes de relumbrón. Bebí mezcal y besos en la costa de Oaxaca, los vomité en la capital. Me fui a Alaska. Into the wild: “Antes que el dinero, el amor, la fama, la fe y la justicia, dadme la verdad”. Thoreau. Salí a buscar mejillones. Me hundí después de encontrarlos. Me quemé los empeines, la nariz y la inocencia: mis tres partes más prominentes. No llegué a Tijuana. Leí a Villoro, al Subcomandante Marcos, a Irene Vallejo, Talese, Monterroso y Guerriero. Camine hasta el extremo. Me aislé en una cabaña en las montañas y fumé para paliar la soledad. Me reencontré con mexicanos y mexicanas de mano generosa. Tuve un apartamento en un barrio pijo de la CDMX. También en un barrio que los extranjeros no buscan ni en Maps. Conocí Miami y su antagonista. Cuba, Cuba, Cuba. “Pero espera que el “ahora” se convierta en “entonces”, verás cuán felices fuimos”.
Qué broche de oro. Enhorabuena. Esperamos verte pronto. Estamos en uno de esos tres puertos (del lado de acá) donde se te quiere. Abrazos.
Amiguiño Juanjo: te he dicho en varias ocasiones que tienes que cambiar de marca de cerveza ya que la mejor cerveza del mundo se llama Estrella Galicia