21/06/22
A mediodía suena una alarma que se escucha en toda la ciudad. El ruido viene de la estación de bomberos. Si la alarma suena a mediodía significa que todo está en orden. Si la alarma suena a otra hora, hay una emergencia: incendio, terremoto, violencia.
Diariamente, la alarma, potentísima, que suena a trompeta del apocalipsis, anuncia que la ciudad está -estaba hasta que sonó- en calma. Diariamente, imagino, habrá despistados sin un reloj a mano que correrán buscando la hora, o buscando el sol, para cerciorarse de que es mediodía y no cualquier otra hora.
22/06/22
En tres días salgo de viaje, un viaje de dos semanas a Panamá. Un viaje con billete de vuelta, un viaje circular, un viaje -casi- turístico. Un viaje dentro de un viaje, de un viaje interminable.
Viajar da esperanza. Vas a un lugar que no conoces a buscar algo que no sabes qué es, pero esperas encontrar.
Durante los casi dos años que pasé recorriendo Latinoamérica, en una lenta trashumancia de sur a norte, de Argentina rumbo a Alaska, aunque solo llegase a México y nunca pretendiese llegar a Alaska (como el que va de Suances a Bilbao, que va, aunque no quiera ni lo piense, rumbo a China), soñé con ser un viajero, y creo que lo logré. Así, sobre mi autoconcedida auctoritas y potestas, escribo mi decálogo, mis tablas del viaje, mis mandamientos del camino.
Decálogo de un viajero
-Primera norma: No ir a ver lo que hay que ver. No hacer lo que hay que hacer.
Estuve diez días en Copacabana, en la boliviana, y nunca fui a ver la isla del Sol. Pasé varios días en el valle sagrado, en los alrededores del Machu Picchu y no, no subí hasta las ruinas. En Ecuador no fui a las Galápagos, ni en Costa Rica a parque natural alguno. No conocí Palermo en Buenos Aires y a la Patagonia ni me acerqué. En Uyuni vi un kilómetro del inmenso salar. No fui en Venezuela a Caracas, ni llegué a Punta Gallinas en Colombia. No tome ayahuasca en la selva peruana. No compré una hamaca en Nicaragua. No hice un tour cafetero en el eje cafetero. No compré un sombrero en Panamá. Me perdí los íconos, los mitos, de un continente y, quizá, descubrí otro.
-Las otras nueve normas no son necesarias o son la misma: ve, sin rumbo, sin tiempo, habla con la gente al borde de la carretera, en la plaza, al salir y al caer el sol, en el mercado, en el cementerio.
También es legítimo embarcarse en un crucero y conocer siete ciudades y tres países en seis días o encerrarse en un resort una semana a ponerse ciego de ron y gambas y no moverse de la playa, pero eso, creo, no es viajar, quizá sea descansar, desconectar. Seguro que es consumir.
“La única regla del viaje es: no vuelvas como te fuiste. Vuelve diferente”, dice Anne Carson. Así que, siguiendo el consejo de Anne, si vas en autobús, asegúrate de volver en carro.
23/06/22
“Dale el pez y después enséñale a pescar, es más fácil aprender cuando no te estás muriendo de hambre”, dice Diego Ruzzarín, un tipo bien inteligente, en una entrevista en YouTube.
“Si el todo es el todo, contiene también a la nada. Y la nada, por ser nada, se nos escapa”, escribe Darío Z en su libro Filosofía en once frases, y que el todo contenga la nada me deja así, pasmado.
Ayer volví a ver Taxi Driver y al atormentado Travis Bickles, que sufre insomnio y soledad crónica: “La soledad me ha seguido toda mi vida. A todos lados. En las tabernas, en los autos. Por las aceras, en las tiendas. Por todos lados. No hay manera de escapar de ella. Dios me hizo un hombre solitario”.
Antes de ayer volví a ver Whiplash y al obsesivo Terence Fletcher, el profesor malhumorado y extenuante: “O estás desafinando a propósito y saboteando mi orquesta o no sabes que estás desafinado, lo cual me temo que es todavía peor”.
No sé quién está más trastornado, si Travis o Terence, pero qué tremendos protagonistas y películas. Me gustaría ver alguna película que no haya visto, alguna que pueda volver a ver en unos años, cuando no sepa qué ver, sabiendo que pasaré un buen par de horas.
Has visto los Puentes de Madison ?
Brillante, viajero.