11/09/2022
Una semana fuera de casa, diez días sin tocar la guitarra, y en la guitarra, ahora, vive una araña: hay telas, hay bichitos; es la casa de la música, y de la araña.
Me siento a leer y un mosquito, rápido, se aparece. El cabrón no se deja ver, solo se deja sentir. Me rasco el brazo, la espinilla, el poplíteo (un lugar que me descubrió un amigo durante unas vacaciones de arena y ron: rezongando en su toalla, boca abajo, nos invitaba a echarle crema en los poplíteos. A la risa de los presentes, se vino la explicación -nunca olvidada- de dónde estaba el hueco poplíteo), me rasco el pie, la espalda: el mosquito más cabrón pica en la espalda, fuera del rango de las extremidades. Rascarse y leer no es compatible; rascarse y escribir, sí. No por el rascado, sino por la molestia, la incomodidad. Intenta escribir el día que estás feliz, burbujeante; lo bueno no se escribe, no interesa: ¿cuál es la última novela feliz que leíste? La nostalgia, el miedo, la tristeza, la soledad, la incertidumbre, los picores; esto es lo que encadena las palabras y, con suerte, las metáforas.
12/09/2022
Todo va bien. Las buenas noticias se arrejuntan en mi buzón, (las mañanas llegan como un periódico de un solo ejemplar, editado solo para mí) ¿cuánto duran los momentos azucarados, el viento a la espalda, el sol en la cara? Las rachas malas parecen no tener final; en las buenas, en cambio, uno empieza a preguntarse cuánto más paladeará la buenaventura. Camino mirando las cornisas, no vaya a ser que una maceta arruine estas semanas de bonanza.
Henchido de fortuna, desde el sofá, repanchingado, hago una bola al chicle, que supo a fresa hace largo rato, y apunto a la papelera, a unos seis metros. Es un tiro difícil, muy. No dudo que va a entrar y, parábola mediante, entra, claro. La racha continúa. Me acuerdo de cuando era adolescente y todavía podía jugar al fútbol. Había un momento, cuando encaraba en solitario al portero, y me escoraba suavemente a un lateral, justo antes de chutar, que ya sabía que había marcado, que daba igual la reacción del portero, que ese balón cruzaría la línea de gol.
Uno de esos franceses leídos y releídos decía que las casualidades no son más que una causa ignorada de un efecto desconocido.
13/09/2022
Ayer se escuchó una explosión durísima a la una de la mañana. Habían volado una foto multa (radar). Hoy, antes de cumplidas las 24 horas volaron la otra. Alguien no está de acuerdo con los límites.
14/09/2022
En una entrevista Alejandro Zambra, el poeta chileno -el autor de la novela “Poeta chileno”- que vive en Ciudad de México, dice que, a la hora de extrañar su país, extraña hasta a la gente que le cae medio mal. Echar de menos al capullo que te hacía atragantarte con las patatas cuando entraba al bar; al “capullotonic”, ese pijo encorsetao que vestía y meaba marcas italianas; o al pelma que te atosigaba a respuestas de las que nunca enunciaste pregunta alguna es, a todas luces, una trampa de la nostalgia. La nostalgia es traicionera.
15/09/22
Llueve. Puede que tenga razón la lluvia.
La buena racha se acabó. O al menos se detuvo. No me cayó una maceta caminando por la calle, pero los músculos de mi espalda se desgarraron levantando una pesa, qué absurdo. Si alguien alguna vez me pide un consejo, una máxima para vivir: estirar y comer mucha fruta.
Después de la visita de la fisioterapeuta, con inyección de vitaminas en la nalga incluida, me dispongo a hablar con un periodista del Diario Palentino. Va a hacer un reportaje a este palentino ausente.
Anclado a la cama, quiero creer que la buena racha sigue y seguirá, que esto es solo una alerta para que la disfrute. Un mal día lo tiene cualquiera, una mala semana la tiene cualquiera, “una mala vida la tiene cualquiera”, diría el poeta Salvago.
16/09/2022
Se escuchan los sueños crepitar durante la semana laboral.
Del periodismo es difícil vivir, del periodismo freelance, más. “El periodismo da para comer, no siempre para cenar”, he escuchado decir a Ander Izaguirre en alguna ocasión. En la antesala de dedicar todo mi tiempo al periodismo freelance, a dos meses de salir a recorrer un país de 120 millones de personas, me pregunto si el periodismo me dará de cenar, de comer, o al menos de desayunar. El periodismo freelance no da para vivir, pero de momento -y seguro contrariando muchas dignidades del sector- yo solo quiero sobrevivir (supervivir, diría un amigo): si viajo, escribo, publico y gano lo suficiente para seguir haciéndolo, acepto el trato.
Alto trato, compañero. A seguir girando!
Los sueños austeros llegan muy lejos (creo) 😊. Gracias de nuevo por la bonita entrega