Diario maya III
31/12/2022
El ventilador del techo está quieto. Las temperaturas han bajado y no tiene vueltas que dar. Sin embargo, sus aspas se mueven, tiemblan: este helicóptero mutilado no está acostumbrado a la quietud. Está quieto inquietamente.
Inquietud y quietud de fin de año. Haría una lista de todo lo que quiero/deseo/busco estos doce meses, pero hay que tener cuidado con lo que uno quiere/desea/busca. Decía Zizek: “lo peor que te puede pasar es no encontrarlo, lo peor que te puede pasar es encontrarlo”.
02/01/2023
Es difícil no caer en lugares comunes cuando el lugar común es el lugar adecuado. Óleo sobre atardecer: el velero, blanco impoluto, como fundas de almohada tendidas al sol, navega empujado por un viento suave, imperceptible para cualquiera que no sea una vela, que no tenga la sensibilidad de una vela. El mar, como todos los días, dirige su corriente hacia el interior del golfo de México (esto es, hacia mi izquierda: tardé varios cafés en aprender que la corriente, aquí, siempre sigue el mismo camino, me siento heredero de Humboldt). El cielo borra el azul con violeta y a mitad de camino de un horizonte no muy lejano, dos pelícanos oportunos atraviesan el óleo con la majestuosidad de un águila real, como si fueran extras bien pagados.
Lo que veo parece un cuadro, sí, parece algo de Hopper o de algún otro pintor pinta soledades. Lo que veo parece un lienzo, sí, lugar hermoso y común.
Sin embargo, para salvarme de la medianía literaria, aparece el enemigo de la calma, de la escritura, de la lectura, del descanso, de la siesta, de la conversación, de las siete artes, de la paz en el mundo. Un mosquito revolea espídico mi espacio vital y mi lienzo, mi atención para el lienzo, se difumina. Ya no veo sábanas surcando el mar, ni pelícanos actorales, ni horizontes alcanzables.
En los cuadros de veleros, de playas, de mares, de idilios, echo de menos unos brochazos histéricos que evidencien la hastiante existencia de los mosquitos, tan entrometidos, tan indiscretos.
03/01/2023
Sigo frente al mar, no me alejo, como la rana y su charca. El mar ordenado, cada molécula en su lugar. Mi escritorio desordenado, cada documento en una esquina. Faltan dos horas para que lleguen los mosquitos, tan molestos como puntuales, antes llegan los colibrís y mucho más tarde, al amanecer, las urracas. Las hormigas siempre están, no sé cuándo descansan, diligentes recorren su camino, pasan, pasan como segundos.
Hasta ahora he estado acompañado: bueno para el ánimo, malo para el rendimiento. Quedan tres días solo en esta casa, casa alejada, casa silente.
El sábado vuelvo a cumplir las reglas del viaje de Paul Theroux: “Hay tres reglas básicas para viajar: viaja por tierra, viaja solo, cuando sea posible, y toma notas. Eso es todo”.
04/01/2023
No te creas todo lo que te dicen, dicen. No te creas todo lo que te dices a ti mismo, digo.