04/09/2023
Los ojos me han salido bien, miran y ven, y apenas padecen algún tic pasajero. No tanto los oídos, que pese a ser muy útiles en la captación de sonidos, tienden a no dejar salir el agua que entra en verano. El pelo me ha salido largo y poco abundante, fino y ondulado, no me quejaré, de momento. De las manos no puedo decir mucho: ágiles con la guitarra y cumplidoras con lo demás. Hay dos rodillas tortuosas, sin duda el peor pedazo de mi cuerpo, a las que no voy a dar más atención. De la nariz sospecho algún legado semítico, alguna vez quise que fuera más pequeña, ya no. Mi espalda, ancha, amenaza mi estatura: casi más fácil saltarme que rodearme. Y mi felicidad, como diría Manuel Alcántara, “una ráfaga, como si alguien se hubiera dejado entreabiertas las puertas del paraíso”, y continúa, “el que diga que es feliz siempre, aproximadamente es un gilipollas”.
07/09/2023
Qué oscuro amanece el siete de septiembre. La recuerdo tumbada y sentada, ya en su vejez. Los recuerdos de antes son recuerdos: difusos, inciertos, nubosos. Tumbada y sentada por los golpes del tiempo.
Sé hacer la mochila para moverme rápido, para cambiar de país. Unas camisetas, el pantalón puesto, los libros y el cepillo. No sé cómo hacerla para ir a ver a la muerte, aunque ya la conozca. Algo de ropa negra, un pañuelo y dos manos para recoger la lluvia.
...Y la guitarra. Y un cuaderno de notas. Y un teclado. Todo eso para espantarla.