Diez historias de amor y una canción desafinada/
Cuando no puedo escribir escribo. Escribo sobre escribir. Y todo resulta más fácil. No puedo escribir cuando tengo el corazón lleno. Qué alegría no escribir. Un buen médico prescribiría malestar para recuperar el pulso a las teclas. Prescribiría marejadas para antes de sentarse a escribir. Eso no deja más remedio que ponerse teclado a la obra y buscar la costa, salir de las olas. Cuánta calma en esta orilla. Ni piratas, ni premuras, ni despedidas. No soy un escritor, soy una jacaranda.
Tres necesidades para que escriba: los pies calientes, el amor deshilachado, la noche encima. Para que escriba algo significante. Para ejercicios y digresiones sin ponerme en juego puedo escribir aquí, tumbado, esperando a mi enamorada, a plena luz del día, descalzo.
Prefiero irme a ver la tarde morir sobre el mar, a ver los colores confundidos del primer rayo de noche, a ver la luz de ella y el reflejo de la luz en ella. Va a llegar en cualquier momento. Ya no escribo, espero. Espero y entretengo lo escrito. Se va a abrir la puerta, voy a ver retorcerse el picaporte y entrará un volcán de un metro sesenta. Que no precisa de tramas ni giros de guion, que es la historia que todo escritor querría escribir. La historia de cómo dejó de escribir.
“Voy a volver al periodismo”, le dije, “ya no encuentro nada que contar en mi interior”. Ahora que tendré que buscar historias fuera, podría escribir su perfil, de sus pies a sus caderas. Será largo, muchas páginas, tengo toda la vida.
Diario del trópico
He publicado cien veces, esta es la ciento uno, en este “blog” (qué palabra más farragosa, huele como a chupar un metal. Esta semana aprendí de sinestesia, sí). Han hecho falta 100 textos, en general medianos y mediocres como un sándwich mixto, que no colma el paladar, pero igual da gustito, para que esta newsletter encuentre anfitrión: Condé Nast Traveler. Desde hace un mes publico allí el Diario del trópico, una mezcla de experiencias de viaje, de chapuzas literarias, de reflexiones y blablablá.
No voy a dejar de escribir aquí, en El Viaje Interminable, este es el lugar donde quiero estar, donde me imagino haciendo un camino tan propio y descabellado que puede, incluso, salir bien. Cuando llegue el día, me digo y me repito, en que pueda dedicar mi tiempo a esta newsletter y preparar dos buenos reportajes al mes y escribir dos buenas historias (literarias, de amor o diarísticas) al mes, todo esto empezará a tener más sentido. Necesitaré, llegado el día, 300 personas que paguen 1 euro con 25 céntimos por cada texto que escriba, semanal. 1500 euros al mes por hacer lo que quiero, como quiero, cuando quiero, sin jefe, sin oficina, sin línea editorial, sin clickbait, sin titulares capciosos ni SEO tiránico. Yo sigo creyendo: la plataforma dice que de la lista de suscriptores gratuitos se pasan a pago un 10%. Necesito 3000 lectores. Somos 463, y no sé muy bien dónde encontrar al resto.
De momento, quería compartir la última entrada del diario tropical en la revista Traveler: Diario del trópico (III): Navidad con una esquina rota. Pinchad y leed, es una historia sobre las navidades, la noche de fin de año, el estar lejos, el estar cerca. Y compartidla, mandádsela a los grupos de familia, para ver si dejan de pelearse por un año; mandadla a los grupos de amigos, para ver si se acuerdan de quererse más; mandádsela a los que están lejos, para ver si les da morriña y vuelven. Y compartid esta newsletter también, en redes y demás prisiones de nuestra atención. No me haréis más rico, pero sí más feliz.
P.S. Pasad estos días con gente que no hayáis estado esquivando el resto del año.
P.S.S Hay un vendedor de plátanos en Quibdó, el Londres de la selva (siempre llueve y hay nubes, faltan las librerías y los cafés), que tiene las cuentas mucho más claras que yo: “ocho plátanos, ocho mil; quince plátanos, quince mil”, dice su megafonía. Si todo fuera tan fácil.
Jajajajajajajaja la historia de amor es tu fuerte. Te inspira el amor. Te quedan bien. Te gusta descifrarte. Se te da bien escribir de lo que nunca hablas.
El señor que vende sus plátanos a 1000 es el rey de los negocios.
Enhorabuena!
Pasad estos días con gente que no hayáis estado esquivando el resto del año...encanta esta frase😍 Feliz año!