Hola, Violeta:
¿Cómo estás? ¿Ya han cambiado las mareas?
Tenía ganas de llamarte, pero no hay buena cobertura en la isla, por la tormenta.
Ya sabes que prefiero los mails a las llamadas. Se me da mejor. Pero hoy quería escucharte. Además, tú nunca me interrumpes. No eres como la gente del pueblo, que pelean por meter su frase, por decir su línea sin importar quién esté hablando. Por cierto, hace varios días que no bajo al bar. Antes creía que me aburría por no beber, pero lo que me aburre es que nadie escuche. Que no se pueda conversar dos minutos de un mismo asunto. Y no es que quiera que me escuchen a mí, ni que hagamos grandes y largas disertaciones, pero ya no soporto el ruido. Si vuelvo a bajar, lo haré con tapones. Me sentaré allí completamente sordo. Quizá les haga entender. Creo que nadie se daría cuenta. La verdad es que no voy a bajar hasta que vuelvas. Tengo ganas. ¿Cuándo vuelves? ¿Crees que esta vez podrás quedarte más días? La última noche fue tan divertida. Todavía recuerdo cómo intentabas explicar el fuera de juego en el mundo editorial. “¡Los vamos a dejar en fuera de juego!”, gritabas por la ventana al abismo de oscuridad que torna el mar y el cielo en estas fechas. Y hablabas de los maricielistas del Caribe colombiano y del poeta que se cambió su apellido por “Letra” al revés, un tal Artel, decías. Me reí tanto, no sabía que uno se podía reír tanto sin aditivos. Me reí hasta medianoche, cuando pusiste ese disco que te gusta y saltaste sobre mí. “Now I dont know where I am/ I dont know where I ve been/ but I know where I want to go”, cantabas a mi oído. Y yo quería bailar contigo. “¿Me concedes este baile por los próximos cinco años?”, te dije, y pensé que esa cifra era un buen número.
En cinco años podemos construir tantos sueños. Dar varias vueltas al mundo. Tener tres hijos, escribir dos libros y plantar más limoneros. En cinco años contaré tus lunares con la facilidad que cuento hasta 32. Tienes 32 lunares, sí. El primero es el de tu oreja, el segundo el de la comisura de tus labios.
Violeta, te echo de menos. He comprado un bolígrafo con tinta violeta y escribo con tu nombre el mío.
Firmado: yo, que te quiero, yo.
Debes tener cerca de doce ya escritas; claro que como al andar se hace camino...
Graciñas, Palentino con pe. El 4 de febrero iremos a un viaje cultural de cinco noches, seis días, hasta el 9, por tu ciudad y tierra, el románico palentino. A ver si nos vemos.