Vine a Filipinas a conocer a los bajau, las comunidades indígenas que viven en el mar y que tienen la capacidad pulmonar para aguantar mucho tiempo bajo el agua. Dicen que se les revientan los tímpanos de niños, en sus primeras inmersiones, y que aguantan hasta trece minutos buceando. Creo que ambas afirmaciones son falsas, por las primeras lecturas y acercamientos. Aun así, su relación con el mar es fascinante. La persona que tenía que llevarme hasta allí (un sitio un poco aislado), de un organismo público filipino, me dijo que no, que al final no podría llevarme, que no era suficientemente seguro. Y el “suficientemente seguro” me enfadó y me revolcó mis planes. En otras circunstancias, en circunstancias latinoamericanas, donde hablaría el mismo idioma que las gentes que me fuese encontrando hasta llegar a los bajau, hubiera emprendido camino solo, pero aquí, pese a tener un idioma para comunicarnos, el inglés, ni ellos ni yo lo hablamos del todo bien, lo que genera desencuentros y malos entendidos. No es forma, esta, la mala comunicación, de acercarse a un lugar desconocido, sin contactos, y que anuncian como potencialmente peligroso. Los organismos públicos suelen sobreestimar los peligros, para evitarse complicaciones. Por eso, si tuviera el idioma de mi lado, hubiera ido.
En ausencia de hombres y mujeres del agua, de los “gitanos del mar”, como los llaman por aquí, me quedé en una isla turística, algo aburrido. Y entonces me puse a leer. A leer los diarios de Gil de Biedma en Manila, en 1956, que escribe y describe las bellezas y miserias de estar vivo, de su tiempo social, de la juventud y la política con ternura y crítica. Es uno de los libros más lindos y poéticos que he leído en mucho tiempo. En el libro hay mucho del trabajo del que escribe a la vista: la pelea con el fondo y la forma, y la duda castrante y repetitiva del que quiere crear algo y cree no saber, no poder: “me pregunto si volveré a escribir poemas; en estos momentos me asombro de haberlos escrito alguna vez”.
Junto a los diarios, leí muchas newsletters. Estas son algunas de las que me han acompañado en esta semana de holganza tropical (y en los últimos meses). La primera entrega de “Enciclopedia de newsletters en castellano”.
Uno a 1 con Andrés Acevedo, de Andrés Acevedo (Colombia)
La newsletter de Andrés sale los jueves. Un ensayo y una recomendación. Tiene formación de abogado y así presenta sus textos, bien argumentados. Puedes leer este, donde propone que el próximo año leerá como un degenerado, porque le gusta leer y porque, aunque “es una cosa triste”, (…) “el acto de leer le da a uno ventaja”. Andrés, además, tiene un podcast de entrevistas, largas, que recorre la historia reciente de Colombia. También habla de literatura, política, emprendimiento. Me está gustando mucho escucharle, y enseñando mucho. Este capítulo, con Juan Ricardo Ortega, que ha sido parte -tiempo ha- de las negociaciones de los acuerdos de paz con la guerrilla, es uno de esos regalos que nos da Internet, y muestra la complejidad de todo, de casi todo. O este, con Carolina Sanín, escritora: “¿Cuándo se pone punto y coma? Cuando pasas de los 40”.
Afueradentro, de Jorge Caraballo (Colombia)
No sé si conocí a Jorge por Andrés o a Andrés por Jorge. Pero en esta charla puedes conocer a ambos. Jorge tiene, para mí, la gran virtud del que escribe: es valiente. En este texto, Memorias de mi pene triste, que me vació los lagrimales, lo demuestra. Tiene las mañas y el fondo, el estilo y la historia. Una belleza. Si eres un hombre, tienes que leerlo, hasta el final, y buscarte, encontrarte, seguro que lo haces. También tiene un podcast, homónimo, donde explora la creatividad. Este, con Sandra Méndez, “Ya no follo como antes”, trae un tema no tan común a este lado del mundo, en las vetustas mesetas castellanas, te invito a escucharlo. Otros dos que me gustaron mucho: “Saltar del yo al nosotros”, con Margarita García Robayo. Y “Crear es reordenar el mundo”, con Grassa Toro.
Eso que haces, de Noe Olbés (España)
Esta es, posiblemente, la newsletter que me gustaría tener: ligera y profunda, divertida y trascendente (cuatro adjetivos para no decir mucho, así me va). Noe es editora de Sexto Piso y tiene mucha literatura en sus pulgares. Suele empezar con unos párrafos de sus experiencias y seguir con una entrevista sobre hábitos: ¿a qué hora suena el despertador? ¿cómo es un día normal en tu vida? Y me gusta, me parece original, porque ya sabemos mucho de qué piensa la gente, está bien empezar a preguntar qué hacen, si es que hacen algo.
Alas, de Carla Mouriño (España)
El carácter lo lleva en el apellido. No te mete el dedo en el ojo, pero sí te mete las ganas en el cuerpo, de hacer, de avanzar, de creer que es posible. Y ve todo con mucha luz, para los dementores como yo es muy genial leer a alguien así. Viaja mucho y escribe mucho. Y lleva cuatro años publicando semanalmente su newsletter. Seguro que es una de las newsletters más vivas – y constantes- en castellano. Ahora que lo pienso el título debe venir del verso de Frida Khalo: “pies, para qué os quiero, si tengo alas para volar”.
Nexo Europa, de Nacho Alarcón (España-Europa)
El desencanto político de mi generación, 33 años, es impepinable. Cada vez encuentro menos ocasiones de conversar sobre política (lo que llamamos política: Ayuso, Ábalos, El Hormiguero), de contradecir alguna barbaridad (“bárbaro es el que llama bárbaro a otro”, me acuerdo de esa frase, pero no cambio la palabra anterior) en el grupo de amigos/as, de leer la prensa, de pensar y discutir sobre este país (o sobre cualquier otro). Nacho Alarcón, el editor de esta newsletter (y periodista de El Confidencial), me devuelve un poco a los años de interés: cuenta los pormenores y pormayores de Europa, la Unión europea y sus relaciones: a veces me interesan las rutas comerciales del grano ucraniano por el mar Negro, las elecciones en Rumania, o el porcentaje de espacios verdes en Viena: la llamada “ciudad más verde del mundo” tiene un 50% de espacios verdes en su territorio (por dolorosa comparativa: ya no digo árboles y jardines pero: ¿cuántos bancos quedan en Madrid?).
Tengo más newsletters en la recámara para futuras secciones de “Enciclopedia de newsletters en castellano”. Igualmente, me gustaría leer más: de Argentina, de Chile, de México, Bolivia, etc, etc y armar un caleidoscopio de creadores. Manden sus sugerencias.
Para terminar, hace dos días salió mi última columna para Condé Nast Traveler, mi despedida de Cosas que te pasan en Madrid cuando tienes 30 años. Si la leen, déjenme su opinión.
Gracias por llegar hasta aquí.
Un abrazo
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