Lo llamo “la nube”, y se me posa en la cabeza como un cuervo de un solo ojo. Y entonces me despista y no me deja pensar con claridad. La nube se espesa cuando me junto con gente. Cuando la gente no escucha y solo habla y habla la nube se ennegrece y me pone una cara de culo que no puedo esconder. Y me quiero ir a casa. De inmediato. Cuando la nube se ennegrece no puedo estar más donde estoy.
La nube se queda en casa cuando salgo solo. El gusto de estar solo no sé si viene por estar solo o por no estar con gente: ¿me gusta estar solo, o solo me gusta no estar con gente? No es lo mismo, no del todo. Muchos años de mi vida, desde los 14 a los, digamos, 29, he sido muy social/medio alcohólico. Nada alarmante, media España es alcohólica. Y empujado por cuatro rones con Coca-Cola podía hablar con las puertas del baño mientras meaba, a viva voz, y con los camareros y con las chicas de la mesa de al lado y con el tipo con mala cara que vende cocaína en la esquina, y con el vagabundo, y con el policía, y mal que bien hacerles sonreír a todos. El gracejo del licor. El licor que deshacía la nube y hacía brillar un sol de cartón, una sociabilidad de corcho. La seguridad del que bebe, del que dice y re dice, pero no dice nada. Del adicto. De la adicción, a-dicción: el que no dice lo que tiene que decir, el que no puede decir lo que quiere decir. Y dice otras mil cosas para que no se note que tiene algo que decir que no dice. Eso pienso de todos vosotros, los que me habláis tanto y tan incansablemente: ¿qué querríais decir que no estáis diciendo? ¿qué ocultáis en esa maraña de palabras?
Puede que quince años de beber me hayan dejado cierta arquitectura de la paranoia, de la suspicacia, de la desconfianza. Puede que desaprendiese cómo hablar con los demás sin empinarme cuatro vasos de lo que fuese que me sacara de mí. Pueden ser muchas las causas: “irrastreables, como el camino que hace el pez en el agua”, pero no hay forma de negar la nube, la que me acompaña cuando me voy a juntar con gente.
Un tipo de gente pone mi nube especialmente tormentosa: los que hablan como celebridades. Como si hubiéramos venido a entrevistarles. No saben pasar la pelota, no saben jugar al pin pon. Juegan al frontón y te golpean incesantes. Hay tardes que voy a algún plan, para medirme con el mundo, y siento que camino directo a una toma de rehenes. Llegaré allí, dos o tres sacarán sus palabras y me esposarán con ellas en un rincón frío y húmedo. Y me clavaran sus chistes y referencias por debajo de las uñas. Y un goteo de su vanidad me horadará la frente. No hay rescate posible. Rehén de los extrovertidos.
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Misma nube.
Feel u ❤️🩹❤️🩹❤️🩹