Díganme, sí, díganme cuántos de ustedes se arrepienten de algo. A cuántos les atenaza el día acordarse de esas palabras mal dichas. De ese beso mal dado. Sí, se puede besar mal. De esa rabia que no controlaste. De haberte rendido. De no haber sido valiente para decirle al frente lo que te resquebrajaba. De quedarse con guijarros en la voz, podría decir un cantor. De cuántas cosas se arrepienten cada vez que se miran al espejo. De no haberse cuidado. De no haber dejado antes el cigarrillo. De haber bebido mucho. De haber querido tanto. Hay marcas, cicatrices, en la cara. Hay marcas, cicatrices, en lo que sea que no es corpóreo, el alma, usemos esa palabra, porque es bonita y absurda. Digamos que el cuerpo es el lugar donde se puede leer el alma. Cuántos de ustedes se arrepienten de no haber sabido leer mejor ese cuerpo, que te decía todo, que no entendías nada. Somos necios lectores: ni de cuerpos ni de tiempos. Ni de estaciones: ni de trenes ni de inviernos. Somos errores y errores de errores que algún día aciertan de puritito azar. Somos erizos de luna llena, de esponjoso mar lleno de olas en despedida. Somos una pausa entre ausencias. Cuando ya no estemos será tarde para decirte que me arrepiento, que es una palabra fea, una palabra honrada.
Esta es la historia de amor más corta que escribo. La número 39 y la última, creo. Y ahora, con una medio angina inflamándose en mi garganta, a las cinco y media de un amanecer en el mar de Filipinas, se me ocurre escribir la más corta de todas. Una frase. Que sea una historia de amor. Y se me ocurre que la gente que me lee, tú, podías escribir una historia de amor, cortita, de una frase, y mandármela, y yo las cuelgo aquí la próxima semana y cerramos este año de escribir amores. Y dejamos diciembre para madejar nuevos propósitos: 39 historias de amor es una buena cifra para retirarse y empezar 39 otras cosas.
Si tienes algo que decir, si algo de lo que digo te mueve, remueve, reremueve, molesta, asusta, incomoda, escríbeme. Aquí, en los comentarios, o respondiendo a este mail. Me gusta leer mails, y me gusta contestarlos. Ese sería mi oficio ideal: escribir mails.
Un abrazo de
Juanjo
Te comparto mi pequeña historia, me encanta leerte y disfruté las cartas de amor. Gracias Juanjo, abrazo desde México. Vamos a lo que sigue
Aunque se acaben estas canciones, espero no decaigan ni el amor ni el placer de leerte.