Me iría a tu casa esta noche, pero no puedo, tengo que seguir la otra senda, la de los pasos largos. Me iría contigo, sí, y podríamos deshacer tu nevera y comernos tus sábanas. Podríamos querernos el rato justo que necesitamos para vivir una semana más, y repetirlo, sería los lunes, que son tan luminosos en tu balcón. Y los martes empezar a olvidarte. Como un ángel gris por la ciudad podría esperar al domingo, que anuncia tu acento del sur del mundo, qué le haces a la lengua para sonar así, méteme tu lengua y tus ojos, déjame meterme a mí, dentro de ti puede estar lo que busco, qué busco. Después de varios lunes un lunes sería poco, podríamos hacer del viernes un lunes, y vernos dos lunes a la semana. Dos días para descolocar tus lunares, que se mueven cuando los arrastro con las yemas calientes. Tu cuerpo es una fuente. Podríamos, los nuevos lunes, salir a cenar, porque la ciudad está animada y besar dos mezcales y pagar a medias las enchiladas. Me acabas de dar un beso y sabes a cilantro y a ganas de follarme, cómo haces eso con la lengua, rozas mis dientes en código morse: “estoy cachonda”, me dices con tu alfabeto propio. Llegamos a casa, son las 00:03 y me desnudas en el pasillo, hoy no es lunes, es sábado y me aprietas los pezones, y me bajas el pantalón, y erupciono, y tu lengua, de nuevo, telegráfica: “tan linda, no me canso de ahogarme”, dice, eso dice tu lengua, y te ahogas y aprietas mis nalgas hacia tu cara. Nos damos golpes como si tuviéramos una deuda, y besos suaves, no tan suaves, me muerdes el labio, me pides, me pides, me pides y aplastamos las tablas del somier, que aguanta lunes tras lunes. Y te levantas contra la pared, “acaba aquí”, dice ahora tu mirada cubierta por tu pelo, tu mirada sobre tu espalda de espaldas a mí, tu pelvis abierta, tu culo en alegre ofrecimiento, y te rodeo como un muro, y entre la pared y tu cuerpo, tus gemidos, tan elocuentes, tiemblas, tiemblas, tiemblo. Ya fue. Dos estatuas sudorosas con las frentes sobre el gotelé, los pulmones anchos y jadeantes. Nos hemos ido de la habitación, del cuerpo, del lunes. Pero ya volvemos. Prendes un cigarro. Lo estoy dejando, te digo.
“Te quiero”, dices después. Se te ha escapado. Se te ha caído. “Sí, te quiero, no me mires así. Me gustaría estar contigo”. Y antes de decir nada lo digo: “yo también. ¿Ves? Por eso no puedo ir a tu casa esta noche”.
Lúbricamente bien escrita tu cancion.
Por qué? Acaso tiene miedo de los atracones de amor? O de que se acabe el alimento de la nevera Por dedicarse a amar?
A mi me ha encantado, has descrito la historia del amor de mi vida, sin él chorreando sexualidad sana muy de mi estilo literario. Podríamos hablar y concretar un día para organizar este tipo de lecturas para que actividades culturales relacionadas con la literatura, no sean censuradas.
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Firmado: Ana Victoria Hinojosa García, Poeta y Escritora granadina Viva.