El oficio es complicado. Tienes que salir y dejar que te rompan el corazón. Luego volver a casa, sentarte en la silla y teclear hasta que los ojos no acepten más pantalla ni más lágrimas. El padecimiento amoroso suele durar hasta que acabas el relato. Uno se ve tentado de escribirlo rápido, de terminarlo aquí. Pero no. Para llenar la ausencia y el folio debes pasar algunas tardes, algunos inviernos ahogado en la historia. Debes llenar el hueco con lo mismo que lo vació, de no ser así corres el riesgo de ahondar el recuerdo. Debes escribir palabras y besos. De uno en uno precisar cuáles supieron más dulces, cuáles más fugaces. No borres nada, de eso ya se encarga el tiempo y el lenguaje. Pon un disco que te recuerde a ella. Pon tu miedo en bandeja y tu soledad en beneficio de la duda, de la literatura. Arrodíllate, mira al cielo. Deja de esperar una solución y vuelve a sentarte a escribir. Es fácil ser escritor, lo difícil es sentarse, estar sentado, pulsar las letras. Cuando no lleguen las palabras, busca el material en vuestro plan de los viernes. Anota los vasos de vino que bebíais solos, anota los vasos de vino que bebíais con amigos. Anota el sexo callado en su casa, como si estuvierais haciendo algo irrepetiblemente solemne: lo era. Anota el silencio de la calle y vuestros resoplidos. Anota el susto que te daba que se fuera, anota que se fue.
Cuando llegues a la mitad del texto piensa en las luces, porque ya se intuyen. Vuelve a mirarte al espejo, a entrenar tu cuerpo, a masturbarte. No ambiciones el final, todavía duele. Busca una excusa para no ir al cumpleaños, ni a la cena, busca una excusa mejor, nadie se cree que te quedes escribiendo. “No puedo ir, me duelen las muelas”. Piensa en el último sitio que la viste, piensa en las nubes premonitorias, en el viaje en autobús, en sus caricias, que aún no sabes si eran susurros o cañones. Piensa en el río de la Plata, en el mar andaluz. Lee sus cartas y sus mensajes, ya no son tan honestos. Lee los tuyos, tampoco. Copia algunos poemas: “guárdate los recuerdos, si te quedan”. Recoge tu cuarto y paga el alquiler. Dúchate y deja que el olvido moje tus hombros. Estás desnudo y estás vivo. Lávate los dientes. Pon una canción nueva. Cepilla tu pelo. Saca el vaho de tu reflejo. Ponte la camiseta sin agujeros. Agarra unas monedas y sal a la calle. Ha llegado el calor. Los muchachos pasean de la mano. Estás de vuelta, aquí acaba el relato. Ya se intuye la próxima historia.
P.S. Me falta un suscriptor para los 400. Y uno, que vive de sus sueños, querría que los 399 se convirtieran en uno más, en cien más. ¿Por qué no se lo mandas a alguien? O por qué no lo compartes en tus redes. Creo que en los estados de WhatsApp lo están petando las historias de amor. Compártelo en tu estado de WhatsApp, por fa. Mis sueños son tan pequeños. Tan imprescindibles. "Because you may be here tomorrow but your dreams may not", me cantaba un buen amigo en la playa que habitábamos en Ecuador. Y Cat Stevens debía saber eso de que el día que despiertas sin sueños lo mejor es buscar un árbol firme y colgar las botas y colgar el cuello. Espero que los sueños duren. Sueños, qué palabra más violentada.
Compartido. Por esos más de 400.
Muy bueno, Juanjo. No, no nos borres nada.