En las casas no hay lavadoras, generalmente no las hay. Por 12.000 pesos (tres euros) las alquilas 24 horas. Las lavadoras se reparten por las mañanas, si te olvidaste, te olvidaste. Los domingos no se reparten, si te olvidaste, te olvidaste. Algunas semanas los equilibrios de vestuario pueden ser complicados.
Alex trabaja con su moto, lleva un carro detrás donde caben dos lavadoras. Si le escribes, te contesta rápido:
Llega a casa y te sube la lavadora, te la conecta, y siempre te pregunta qué tal estás. Alex recorre los barrios de Santander de Quilichao (Colombia) acelerado, así como es él.
Lo que más extraño de España son las lavadoras, el agua caliente y los kebabs. “Me gustas más que un kebab”, le dije a alguien una vez, y creo que no entendió bien lo que eso significaba para mí.
Alex consigue que no eche tanto de menos las lavadoras; siempre llega a la llamada de mi ropa sucia, de mi suelo rebosante de camisetas, calcetines y postergaciones. Alex tiene 26 lavadoras, que lleva y trae, a veces se demora, siempre atiende.
Alex, indirectamente, me regala mañanas y tardes relajadas; limpiar es terapéutico, y las 24 horas que la lavadora está en casa -como si la escoba y la fregona se pusieran celosas- suele haber barridos, fregados y algo de orden. Que son al tiempo bendición y condena. Poner la lavadora podría ser nuestra reinterpretación del mito de Sísifo, la piedra que todas las semanas, o todas las quincenas, debemos subir hasta ese monte empinado; solo para ver que, casi de inmediato, el trabajo hecho se deshace.
Alex es protagonista del “mito de la lavadora”, de la inutilidad de tantas tareas que hacemos en vida; y no cesa de practicar sobrenombres: hermanazo, hermanito, sosito, compadrito, compita, mi viejo. Alex, como aquellos Dioses que castigaron a Sísifo, se las sabe todas.
Que contradictorio que las casas tengan hueco para la lavadora y que no tengan lavadora.
Y mientras la lavadora da vueltas pienso en cuántas cosas más podríamos alquilar. La industria del horno corre grave peligro, ¿Quién hornea a diario? Podríamos alquilar el horno cuando hagamos jueves de pizzas; cuando gratinemos la pasta, no recuerdo la última vez que lo hice; cuando las noches de insomnio en la cocina queramos mirar -nunca saber- la hora. Podríamos alquilar la licuadora y la televisión el día que hagamos puré y la semana de elecciones.
Firmado: un simple caballerísimo que lava sus ropas y sus dolencias en el norte del Cauca.
Alex, genio y figura.
Juanjo, qué historia nos cuentas hoy?!?!es filosofía de lo absurdo desde luego pero Alex es un tipo admirable, me fascina su simpatía ¿dónde las transporta de un barrio a otro? ¿Las sube solo? No salgo de mi asombro.
Gracias