Me acuerdo de los globos pegados al techo en mi cumpleaños. Me acuerdo de volver cansado de las excursiones del colegio. Me acuerdo de volar la cometa en la playa. Me acuerdo de los exámenes de lectura y matemáticas del gobierno para ver nuestras capacidades, para ver qué tipo de ciudadanos seríamos. Me acuerdo del profesor de gimnasia jugando a la tragaperras en el bar de al lado de la escuela. Me acuerdo de lanzar huevos a una ventana abierta de 6C. Me acuerdo de sentirme solo en el patio cuando cambié de colegio. Me acuerdo de acompañar a los chicos que fumaban en el recreo, se ponían guantes de plástico para que no les pillasen los curas el olor. Me acuerdo de la primera cerveza y el primer cigarro. Me acuerdo de que no me gustaba la cerveza ni sabía tragarme el humo. Me acuerdo de haber querido crecer demasiado rápido. Me acuerdo de crecer demasiado rápido. Me acuerdo del primer beso en un arbusto. Me acuerdo de los primeros suspensos. Me acuerdo de caerme de la moto yendo al colegio. Me acuerdo de un viaje de fin de curso a Salou. Me acuerdo de la primera vez que un compañero de clase vio el mar.
El clásico Me acuerdo -que han trabajado Perec, Cohan, etc- reversionado. Ahora se incluye, entre los recuerdos, alguno falso. El ejercicio sale de la newsletter de
, y a su vez sale de un profesor suyo de escritura, Carlos Grassa Toro. En la newsletter se explica la relación de la memoria con la identidad, y se plantea que a veces abusamos de esa relación, y que puede ser beneficioso liberarse.El ejercicio, a mí, me sirve para alejarme de lo que escribo. Para explicar y explicarme la autoficción: escribo con un yo que se parece a mí, que sufre cosas que yo sufro, que dice cosas que yo diría, que siente lo que sentí, lo que creí sentir, que explica lo que vi y lo que creí ver, que cuenta el día que me picó una mantarraya y el día que mi novia se fue en un tren y no volvió, que cuenta también el paseo de vuelta al hotel de aquella noche, con el ímpetu abandonado, solo, triste, con lluvia aunque no lloviese, que cuenta lo que pude haber hecho esa noche: emborracharme hasta el absurdo y fumarme hasta el último bronquiolo, o caminar por la ciudad esperando un atropello, un atropello que no pasó pero pudo haber pasado por mi andar inoperante, estuvo cerca, digamos, entonces, lo que pudo haber pasado y no pasó, o lo que imaginé cuando cruzó ese auto a toda velocidad por los tres carriles de la quinta avenida de Cali, el golpe, la sangre, el despertar en el hospital, el brazo inerte, mi incapacidad para escribir todo esto que escribo, que no escribo, a veces soy yo, a veces me pasó, otras veces me pudo pasar, pensé en que me pasara, deseé que me pasará, yo no puedo explicar la autoficción. No vayan a creer todo lo que escribo.
Autoficción, hay que escribirla más.
Gran artículo
Yo tampoco sabría, pero sé que la autoficción itene un gusto distinto, mejor, cuando es de alguien que conoces.