En la biblioteca pública de Palencia es difícil llegar a la sala de estudio. En la puerta fuman, primera tentación, un opositor necesita chupar esas vitaminas cada poco tiempo, para no colgarse de una viga, supongo. En la primera planta está la biblioteca, segunda tentación, una sala llena de libros donde conviven Deleuze y guías de viaje por Dubrovnik. En la segunda planta, cerca de la sala de estudio, está la sala de lectura de periódicos y revistas, tercera tentación.
Paso sin fumar, saco ocho libros -que no leeré- de la biblioteca y entro a la sala de lectura de periódicos y revistas. La sala de estudio y los correos que debería enviar me miran, decepcionados, desde lejos. En las estanterías de la sala de lectura hay revistas y periódicos de todo credo. Frente al ventanal hay unas pocas mesas iluminadas por el sol; sobre las mesas soleadas, señores mayores con boina, gafas y periódico. Los señores mayores parecen gatos, siempre encuentran un lugar con sol.
Todos son hombres, todos son mayores y todos leen periódicos. Agarro una revista y me siento entre ellos. El sonido de las páginas se mezcla con respiraciones pesadas y carraspeos. Tienen el cabello en retirada, algunos pelos canos, la cabeza al aire. “El pelo es otra forma de expresión del pensamiento”, o algo así leí ayer. No levantan la vista de las páginas blancas, sepias. Si siempre han leído con esa fruición, su pensamiento debe estar agotado. Se pasan el ABC de unas manos a otras, algunos contrapesan con El País -que ni tanto-, y todos, muchos, leen el Diario Palentino.
En esta sala hay periódicos y señores mayores, frente a frente, mirándose envejecer. El periódico envejece antes, mañana envuelve un bocadillo. Los señores, ya mayores, ya viejos, leen noticias que mueren hoy mismo, quizá por eso les gusten tanto los periódicos, porque encuentran cosas que aún mueren y morirán antes que ellos.
Cuando entré a la sala, confieso, percibí ese olor, ese que llaman “olor de anciano”. El químico e investigador del CSIC, José María Antón, dice (para ElPaís) que este olor “no tiene nada que ver con el sudor u otros fluidos corporales, tampoco con falta de higiene”, que lo provoca “una molécula que se genera en la piel al oxidarse de forma natural los ácidos grasos de la barrera lipídica”. En otras palabras, que ese olor que llamamos “olor de anciano” no se quita con agua y jabón. Se quita, quizá, con retórica: “olor a periódico de ayer”.
Ojalá te leyeran al sol, les gustaría.
Story telling. En Dinamarca son especialistas 😌