He viajado más que la gente que dice haber viajado mucho y haber entendido algo. “50 países”, dicen. O “70 países”, dicen. No les entiendo. Y no entiendo qué es lo que han entendido. Yo he vivido ahí fuera, en los caminos, y no he entendido nada. Cuando me preguntan por el país que más me gustó les contesto educado: “puede que Colombia o México, porque allí pasé más tiempo”, pero me gustaría decir: “deja en paz a los países, que no se saben países, no es un asunto para tomarse demasiado en serio, los países, ni uno mismo”.
Hoy intercambié un libro con una amiga, después de que nos hicieran una entrevista sobre escritura. Ella habla seguido, con pocas dudas. Yo tengo pensamientos tartamudos. Para la entrevista teníamos que llevar un libro, uno favorito, digamos. No tengo muchos en esta casa. Mis libros están por ahí fuera, por los países donde los compré, presté, perdí. Mis libros están perdidos por los mapas, como mis amigos. Ella llevó “Mi vida en la carretera”, de Gloria Steinem. He leído 20 páginas y he empezado a escribir esto. A recordar a mis amigos del camino. A recordar el camino.
Yo llevé Yoga, de Carrère. Un libro que es manual de desesperación y esperanza. Un libro maniaco depresivo. Un libro que no volveré a leer. “Los libros que voy a tirar a la basura”, llama otra amiga a casi todos los libros de mi estantería. Dice que no puedo no sentir la tragicidad de la vida si alimento continuamente ese sentimiento con libros asfixiantes. Tiene razón. Hemos concluido que para alegrarse hay que vivir en los otros. Volverse, volver a volverse, un animal con intención política. No es necesario que vaya a las manifestaciones, pero sí que lea sobre el mundo animal, dice. Yo le hago caso en casi todo. Y que lea mujeres, dice, también.
Sobre esto: yo no me di cuenta de que tenía una mirada triste hacia la vida hasta que me lo dijeron. Me empezaron a llamar intenso, que entiendo que se contrapone a los extensos. Y a decirme que por qué estaba triste. Yo no entendía. No creía estarlo. Lo estaba. También me enteré de que mi trabajo calificaba como trabajo artístico cuando me lo dijo otra amiga. Hace dos veranos, en una casa prestada por un amigo (tengo más de los que creo, ya van cuatro en este texto): le contaba a esta amiga mi preocupación por el trabajo, por mi devenir laboral. “No te preocupes, los artistas hacéis muchas cosas, algo saldrá”. Me quedé colgado en la palabra artista. Nunca me había pensado ahí. Yo solo escribía, y aunque la literatura vive entre las siete artes clásicas, no pensé estar haciendo literatura. ¿Pero qué estaba haciendo cuando escribía sobre viajes, personas, comidas, miedos, amores? Literatura, posiblemente. No muy buena, posiblemente.
En la entrevista de hoy me pidieron que acabara la frase “La literatura es…”. Contesté: una forma de empezar a entender un pedazo de la realidad, de asir un pedazo del descontrol que nos asedia en forma de oído gusto olfato tacto y vista. Y tener por un ratito, por un hermoso y mínimo ratito, la sensación de estar entendiendo algo.
Me gustaría escribir más, para sentirme más tiempo ahí, pero tengo tantas cosas que hacer para no hacerlo. Cosas como no escribir, que es una ocupación a tiempo completo. No escribo durante muchísimos ratos. No escribo cuando duermo ni cuando me ducho ni cuando fumo ni cuando como ni cuando me masturbo ni cuando a veces tengo sexo ni cuando salgo a beber ni cuando vuelvo borracho a casa ni cuando llamo a mi madre ni cuando contesto mensajes ni cuando trabajo. Y me paso el día durmiendo, duchándome, fumando, comiendo, masturbándome, a veces teniendo sexo, bebiendo, volviendo borracho, llamando a mi madre, contestando mensajes, trabajando. Escribo ahora, suele ser ahora cuando escribo. Escribo, dije en la entrevista, como el que busca aparcamiento (es una metáfora mía y estoy bastante orgulloso de ella): escribo mirando atento a los lados, despacito, con poca esperanza de encontrar lo que busco, incluso con la certeza de que no voy a encontrarlo nunca. Escribo aburrido, mirando por la ventana, tamborileando los dedos sobre alguna superficie, medio enfadado. Escribo sin tener carnet de conducir, sin saber cómo voy a hacer lo que voy a hacer. Escribo en primera, en segunda, en tercera. Pongo el intermitente. Aparco, con destreza, en un vado.
Mi vida es un semáforo en ámbar, parpadea, va a cambiar, por eso llevo prisa. Tengo urgencia por vivir, de un tiempo a esta parte. Tengo un pálpito oscuro: cuando desenmarañe lo que sea que me impide ser feliz, la angustia sin objeto que toma formas variadas cada mañana, moriré. Sí, eso creo. Moriré con aguacero el día en que por fin sea feliz. Una estupidez que no va a cumplirse, me digo algunos días, porque nunca seré feliz. Una estupidez muy satisfactoria, me digo otros, porque si he conseguido ser feliz no me importará morir. Una estupidez simple y estúpida: seré feliz o no, pero no moriré después de conseguirlo.
El domingo hablé en un evento, hice una presentación a la gente que hablaba después. Desde hace poco disfruto hablar en público. Salir del escritorio y mirar a los ojos. No es algo que un escritor haga especialmente bien, aunque los escritores en general disfrutan de los micrófonos, de ser escuchados. Puede que me esté convirtiendo en uno. Después del evento bebimos unas cervezas, más de las recomendadas para pasar una buena semana. Y en medio del fulgor de la batalla de espuma y cigarrillos, alguien preguntó: “¿quién de aquí no es feliz?”. Estoy perfectamente capacitado para levantar la mano y decir ante gente que no conozco que yo no lo soy, y así lo hice. Luego tuve que pasar media noche justificando mi afirmación. La gente quiere asegurarse de que no eres un infeliz, por miedo al contagio, por miedo a verse reflejados. Expliqué mi punto: la felicidad nos la robó el marketing y me peleo con esa palabra, porque no hace su trabajo. Veo gente feliz muy infeliz. Creo que no sirve, no, la palabra.
Mi vieja, a la que le gustaba escribir poemas y textos cortos, siempre me decía que —escribir es perder el miedo a uno mismo. La página en blanco no te va a juzgar, pero tú sí. Saludos desde Macondo.
Muy interesante 😃. Lo incluimos en el diario 📰 de Substack en español?