Mi vieja, a la que le gustaba escribir poemas y textos cortos, siempre me decía que —escribir es perder el miedo a uno mismo. La página en blanco no te va a juzgar, pero tú sí. Saludos desde Macondo.
Escribo, dije en la entrevista, como el que busca aparcamiento (es una metáfora mía y estoy bastante orgulloso de ella): escribo mirando atento a los lados, despacito, con poca esperanza de encontrar lo que busco, incluso con la certeza de que no voy a encontrarlo nunca. Escribo aburrido, mirando por la ventana, tamborileando los dedos sobre alguna superficie, medio enfadado. Escribo sin tener carnet de conducir, sin saber cómo voy a hacer lo que voy a hacer. Escribo en primera, en segunda, en tercera. Pongo el intermitente. Aparco, con destreza, en un vado.
Leerte es como andar por una ciudad que no aparece en los mapas. De esas en las que uno no sabe si está buscando refugio o simplemente callejeando para no llegar nunca. Y sin embargo, cada giro, cada semáforo en ámbar, tiene algo de hogar.
No sé si se trata de tristeza, de intensidad o de una forma de mirar el mundo sin disfraces. Pero sé que eso que nombras —el deseo de entender un pedazo del descontrol— también me sostiene. Escribir como quien busca aparcamiento es una imagen precisa, lúcida y jodidamente humana. A veces lo encontramos. Otras, aparcamos en un vado y nos multamos a nosotros mismos.
Tampoco me he considerado artista nunca. Solo alguien que escribe porque, si no lo hace, se desvanece un poco. Y eso, ya lo sabes, tiene más que ver con necesidad que con oficio. El resto —la autoficción, las entrevistas, los eventos, las cervezas— son añadidos, sí. Pero también son parte de esa forma errática y obstinada de estar en el mundo con los ojos abiertos.
Hay algo en tu texto que no pide consuelo, pero sí presencia. Y eso intento ofrecerte: la certeza de que esa forma tuya de contar, que a veces se desliza entre la lucidez y el cansancio, también acompaña.
Seguimos escribiendo. Aunque sea desde el lado equivocado de la calle.
En la mayoría de las tareas que te ocupan es imposible ni siquiera teclear una coma. No veo la forma de golpear el teclado mientras uno se tambalea, llama a su madre o juega al solitario.
Suerte que las borracheras se pasan, las llamadas se terminan y las partidas al solitario se “acaban”, para poder compartir con nosotros un texto como este, posiblemente , escrito a dos manos.
Mi vieja, a la que le gustaba escribir poemas y textos cortos, siempre me decía que —escribir es perder el miedo a uno mismo. La página en blanco no te va a juzgar, pero tú sí. Saludos desde Macondo.
Y qué sabia tu vieja! Aquí tecleo, al ladito del juez pelmazo que vive en mí.
Abrazos, Juan Pablo. Gracias por leer.
Abrazos de vuelta!
Muy interesante 😃. Lo incluimos en el diario 📰 de Substack en español?
Perdón, David.
Anduve muy fuera.
Gracias por incluirlo!
Vas a conseguir que acabe gustándome la autoficción. Abrazos.
Algún día escribiré un cuento, un cuentito, al menos, un cuentitito.
Escribo, dije en la entrevista, como el que busca aparcamiento (es una metáfora mía y estoy bastante orgulloso de ella): escribo mirando atento a los lados, despacito, con poca esperanza de encontrar lo que busco, incluso con la certeza de que no voy a encontrarlo nunca. Escribo aburrido, mirando por la ventana, tamborileando los dedos sobre alguna superficie, medio enfadado. Escribo sin tener carnet de conducir, sin saber cómo voy a hacer lo que voy a hacer. Escribo en primera, en segunda, en tercera. Pongo el intermitente. Aparco, con destreza, en un vado.
Interesante ...
Gracias por leer, Roberto. Un abrazo
Un abrazo.
Creo que tu artículo salió en el Diario de Substack, verdad?
Así es. Lo viste allí?
Creo que si, aunque no estoy muy seguro.
Leo un montón de artículos, algunos siguiendo recomendaciones, y otras desde el Diario.
Leerte es como andar por una ciudad que no aparece en los mapas. De esas en las que uno no sabe si está buscando refugio o simplemente callejeando para no llegar nunca. Y sin embargo, cada giro, cada semáforo en ámbar, tiene algo de hogar.
No sé si se trata de tristeza, de intensidad o de una forma de mirar el mundo sin disfraces. Pero sé que eso que nombras —el deseo de entender un pedazo del descontrol— también me sostiene. Escribir como quien busca aparcamiento es una imagen precisa, lúcida y jodidamente humana. A veces lo encontramos. Otras, aparcamos en un vado y nos multamos a nosotros mismos.
Tampoco me he considerado artista nunca. Solo alguien que escribe porque, si no lo hace, se desvanece un poco. Y eso, ya lo sabes, tiene más que ver con necesidad que con oficio. El resto —la autoficción, las entrevistas, los eventos, las cervezas— son añadidos, sí. Pero también son parte de esa forma errática y obstinada de estar en el mundo con los ojos abiertos.
Hay algo en tu texto que no pide consuelo, pero sí presencia. Y eso intento ofrecerte: la certeza de que esa forma tuya de contar, que a veces se desliza entre la lucidez y el cansancio, también acompaña.
Seguimos escribiendo. Aunque sea desde el lado equivocado de la calle.
Qué bonito mensaje, Pedro.
Gracias por tomarte el tiempo de leer y de expresarte así sobre el texto.
Se agradece, mucho.
Un abrazo grande, y sigamos buscando!
En la mayoría de las tareas que te ocupan es imposible ni siquiera teclear una coma. No veo la forma de golpear el teclado mientras uno se tambalea, llama a su madre o juega al solitario.
Suerte que las borracheras se pasan, las llamadas se terminan y las partidas al solitario se “acaban”, para poder compartir con nosotros un texto como este, posiblemente , escrito a dos manos.
Jajajaja, qué acertadísimo comentario. Todo se acaba. E irremediablemente vuelve a empezar.
Gracias, muchas, por leer!